Lio, genio y figura, marcó un hattrick con el cual Argentina le ganó a Ecuador para decir presente en Rusia 2018.
El sueño comenzó cuesta arriba. Antes de que se cumpliera el primer minuto de juego Ibarra nos dio un baño de realidad y nos hizo el camino más cuesta arriba. Celebraban Chile, Colombia y Perú. Pero con mucho amor propio, como muchas veces se le reclamó injustamente, Messi se puso el equipo al hombro y con dos genialidades suyas Argentina volvió a creer de que el milagro estaba a la vuelta de la esquina.
Era cuestión de acercar un par de pases seguidos porque de tres cuartos de cancha hacia atrás los ecuatorianos no estaban firmes. Y así fue que el nuevo genio del fútbol mundial nos dio aire para pensar que Rusia 2018 no sería lo mismo sin su presencia.
Messi, La Pulga, el gran capitán de la Albiceleste y del Barcelona, ese que se cansó de ganar títulos a nivel clubes, quería su revancha en otra cita importante. La tendrá.
Porque Argentina anoche jugó como debía hacerlo, con los dientes apretados y el cuchillo entre los dientes, para quedarse con un triunfo que sobre el final de la jornada le permitió asegurarse uno de los boletos directos al Mundial ruso.
No importaba si se jugaba bien, había que ganar, como fuera porque al menos, el premio consuelo podía ser un repechaje contra Nueva Zelanda.
Pero Messi es un iluminado y a partir de sus creaciones Argentina empezó a tener el protagonismo que no supo mostrar en esos 10’ iniciales en los cuales Ecuador aprovechó su primera incursión en ataque y se puso en ventaja. Golpe al mentón. Baldazo de agua fría. No se podía creer. Todo se hizo más difícil desde ese tanto de Romario, que no es el otrora crack brasileño, sino de apellido Ibarra. Pero la suerte estaba echada.
La Albiceleste debía mostrar rebeldía y su capitán mostró el camino poniéndole el moño a una asistencia de Di María. A partir de ese momento, el visitante se mostró más seguro en el traslado y en la distribución del juego. Enzo Pérez le daba la razón a Sampaio por su elección dentro del once titular. El mendocino recuperaba y, por momentos, se mostraba como el socio ideal de Messi cuando cruzaba el mediocampo.
Se jugaba en la altura y no era un dato menor. Por eso hubo que esperar la respuesta de Ecuador para ver si quedaba alguna contra que nos permitiera comenzar a darle más sentido al sueño mundialista. Pero no quedó ninguna clara, aunque la sensación era de esperar alguna equivocación o otra aparición estelar de Messi para que eso que empieza con “h” bajaran a sus lugares de origen.
El reinicio de juego mostró a un Ecuador queriendo meterse en campo argentino. Orejuela e Intriago manejaban el medio frente a un rival que no podía controlar el ritmo. Ordóñez se mostraba peligroso con espacios y el ingresado Enner Valencia superaba a sus marcadores cada vez que se lo propuso.
Ante este panorama se hacía imposible no pensar en el salvador, en el “Messías” que tenía preparada otra perlita para que Argentina empezara a sentirse en Rusia. Paró de pecho un despeje del fondo (Otamendi), encaró como lo hace en el Barcelona y definió como solamente él sabe. Se la picó a Banguera y la Albiceleste estaba 3-1 arriba. Los corazones latían más tranquilos. El sufrimiento se aporreaba de almas peruanas, chilenas, paraguayas porque los resultados de sus selecciones no eran los ideales.
Entonces fue momento de tocar para acá, que Ecuador corriera detrás de la pelota, y que los minutos comenzaran a ser amigos del equipo de Sampaoli hasta que Daronco decretara el pitazo final. Pero antes de eso los hinchas presentes en el Atahualpa tenían que hacer su merecido descargo. “Ole…ole…ole”, cada vez que Messi le daba pinceladas a su mejor compañera en un campo de juego. Todo era felicidad. Romero estaba tranquilo y nosotros también. El sueño se hizo realidad. Rusia allá vamos. Con altura y sobrados.