El Presidente Mauricio Macri sostiene que si la reforma previsional no sale de Diputados tal como la aprobó el Senado, la inercia del aumento del gasto social se transformará en una bola de nieve que hará explotar a la economía.
Lo explicó el martes, con sinceridad brutal, el propio Jefe de Estado como nadie de su gobierno lo había hecho antes. Le dijo, primero, al individuo con el que estaba hablando que el total del gasto social se está volviendo cada vez más alto, más rígido y menos controlable.
Por lo pronto, agregó, ahora mismo representa el 76 por ciento del total del gasto primario. Esto es: sin contar los intereses. Con una lapicera y un papel en la mano explicó que de ese 76 por ciento, 57 corresponde a la llamada Seguridad Social.
La diferencia entre el 76 y el 57 por ciento se explica así: por el 8.1 por ciento que se destina a la Educación, un 4.3 por ciento a la Salud, un 2.3 por ciento a la Promoción Social y un 2.2 por ciento a Vivienda y Agua. El 24 por ciento que resta del presupuesto se usa para pagar las obras públicas, los subsidios a la energía y el transporte y las remuneraciones de toda la administración del gobierno nacional.
El líder de Cambiemos afirma que en ningún país del mundo con una economía sana el gasto social crece de manera exponencial como en la Argentina. ¿Y en que se basa para decir que el gasto en Seguridad Social está creciendo de manera descontrolada?, le preguntó el individuo con el que estaba dialogando el Presidente.
Entonces Macri lo puso en contacto con los altos funcionarios que tienen en la cabeza esos números. Y los agentes públicos mostraron estadísticas oficiales. Dicen las estadísticas, por ejemplo, que el gasto en seguridad social representó, entre 2010 y 2015, el 44 por ciento de todo el presupuesto primario. Pero en 2016 ya había trepado al 48 por ciento y para 2017 va a terminar cerrando en un 54 por ciento.
Dicen también, las planillas excel del Presupuesto 2018, que el gasto en Seguridad Social trepará hasta el 57 por ciento. “A este ritmo nos estrellamos más temprano que tarde” reflexionó.
¿Pero por qué se aceleró tanto el gasto? Macri le adjudica la responsabilidad a Cristina Fernández quien decidió incluir en el sistema a más de 4 millones de personas que no habían hecho los aportes para jubilarse. Los técnicos de la secretaría de Hacienda y de la ANSES lo explican de una manera didáctica.
El sistema previsional tenía, hasta la inclusión compulsiva de los trabajadores que no habían aportado, 3 millones y medio de beneficiarios. Sus haberes se calculaban con una fórmula casi exclusivamente vinculada a la recaudación de la ANSES. Pero a partir de la inscripción de los nuevos beneficiarios sin aportes, en vez de seguir distribuyendo los pagos sobre el número total de todos los jubilados, lo que hubiera afectado a los “viejos”, se decidió seguir haciendo la cuenta original y pagarle a los recién inscriptos con plata de “otra caja”.
Es decir: en vez de repartir porciones más chicas de la misma torta, se decidió “comprar otra” imprimiendo billetes o endeudando al Estado. Entre 2010 y 2015 ese nuevo escenario le costó al Poder Ejecutivo aproximadamente 65 mil millones de pesos adicionales. Pero hoy ese “gasto” se elevó hasta representar casi el 100 por ciento del déficit primario. Es decir: unos 400 mil millones de pesos.
Los altos funcionarios económicos del gobierno de Cambiemos informan que durante 2017, los haberes de los jubilados habrán terminado unos cuántos puntos por encima de la inflación real, y advierten que si no se aprueba la reforma que incluye el cambio de fórmula en el cálculo, no habrá manera de bajar un punto del déficit fiscal, que es la meta a la que se comprometieron en el Presupuesto.
El Presidente habla de situación de riesgo porque el incumplimiento podría interrumpir los préstamos al Estado, u obligar a pagar tasas más altas que a su vez aumentarían el déficit y no solo pondrían patas para arriba al sistema previsional o al gasto social, sino a toda la economía.
El ministro de Hacienda Nicolás Dujovne admite que, si se aprueba la reforma, en marzo, en comparación con el sistema de cálculo todavía vigente, el sistema se empezará a ordenar. Pero en la secretaría de Hacienda insisten en que, cuando 2018 finalice, los haberes jubilatorios se terminarán ubicando por encima del 5 por ciento de la inflación acumulada. “Ni siquiera tomamos en cuenta el nivel del costo de vida que planteamos en el Presupuesto, sino un promedio del que pronostican las consultoras privadas” me explicó un alto funcionario del área.
Según sus cuentas, con el nuevo cálculo, los jubilados y también quienes reciben la asignación por hijo, recibirían, en marzo del año que viene, un aumento del 5.7 por ciento, en junio del 5.6 por ciento, en septiembre del 4.7 por ciento y en diciembre del 4.2 por ciento, lo que representaría un incremento del 22 por ciento contra una inflación de casi el 17 por ciento.
Si esta reforma sale como desea el gobierno, la ANSES empezará a trabajar en la futura viabilidad del sistema previsional. El nivel de equilibrio es de 2.5 aportantes para cada jubilado. Sin embargo, ahora mismo, en Argentina es de 1.1 aportante por cada beneficiario. Cada especialista propone una fórmula distinta. Pero en general coinciden en impulsar un registro voluntario de inscripción en el sistema jubilatorio por encima de la edad estipulada, que hoy es de 65 años para los varones y 60 para las mujeres.
Hay quienes sostienen que lo primero que habría que hacer es equiparar los derechos, basados en la igualdad de géneros y las estadísticas que sostienen que las mujeres son más fuertes, se enferman menos y mueren después que los hombres. Hay otros que afirman que un individuo sano podría trabajar hasta el mismo instante en que el cuerpo o el cerebro no le respondan, porque la actividad es mucho mejor que no hacer nada.
Funcionarios intermedios del gobierno informan que hay cientos de actividades que tienen regímenes especiales y jubilaciones de privilegio que dan vergüenza ajena. También afirman que cuando la administración de Cristina Fernández lanzó la moratoria para inscribirse sin haber realizado aportes, se anotaron señores millonarios que aparecen inscriptos como monotributistas y señoras con varias propiedades y autos de alta gama que se presentaron como amas de casa sacrificadas y con derecho a la jubilación.
Hasta la diputada Mirta Tundis, una de las dirigentes más coherentes y quien se opone de manera terminante a la reforma que propone el oficialismo, me dijo que revolearon nuevas jubilaciones a la marchanta, sin el necesario y previo informe socio ambiental para saber si se trataba de alguien al que de verdad le corresponde o de un impostor.
Por encima de la alerta presidencial, sería bueno volver a discutir una reforma tributaria para que paguen mucho más los que acumulan más riqueza y los grupos de presión sean denunciados por los funcionarios del Estado que consideran sus reclamos abusivos.
En este contexto, el anuncio de la baja del gasto político parece música para los oídos de los votantes de Cambiemos, pero los que saben de presupuesto no se engañan: el impacto que tendrá en el déficit será mínimo, para no decir nulo. Macri, quien acaba de ganar las elecciones, sigue repitiendo que para ordenar la economía tendrá que seguir haciendo cosas antipáticas. Es un dilema que lo acompaña desde que asumió, hace más de dos años. Gradualismo y votos, o reforma a fondo, y que sea lo que Dios quiera.