El pasado sábado se vivió la fiesta máxima de los mendocinos. Los directores Vilma Rúpolo y Guillermo Troncoso recibieron la ovación del público en el Frank Romero Day
Una sinfonía universal creó en el escenario y cielo una atmósfera especial donde hubo voces primitivas y sonidos de la naturaleza, percusión y vientos. “Antes que la Patria sea patria fue Pachamama”. Estrellas y planetas danzaron en espirales en el suelo y en el aire, mientras el Coro de Hombres Sabios y Mujeres Sabias de Barro relataron el origen de Cuyum, que luego será Mendoza.
Cada mendocina y mendocino tiene una estrella
Con la Cueca de la viña nueva, interpretada por la orquesta en vivo y la danza de los bailarines, dio el puntapié inicial para que todos aplaudan y reciban esta fiesta.
Posteriormente, desde el Cerro de la Gloria hasta la fuente del escenario, descendieron ríos, cauces de agua que tiñeron todo de celeste y turquesa. El sonido del agua fue un júbilo sinfónico, hombres y mujeres de barro anunciaron el esplendor natural de nuestra tierra. Agua y tierra.
La cultura huarpe, con el Coro de Hombres y Mujeres Originarios, realizó un ritual circular en torno a la cantante Sandra Amaya representando el origen de las primeras comunidades y su conexión con la naturaleza.
La Fundación de Mendoza
Sonidos metálicos, galopes y exclamaciones anunciaron la llegada de los conquistadores. Un presentador, interpretado por Adrián Sorrentino y sus “Bufones”, interrumpieron la función para contar cómo fue la doble Fundación de Mendoza, la de Pedro de Mendoza y Juan Jufré. El uso de las pantallas LED permitió este innovador recurso.
Con caballos y soldados, sus arcabuces y sus barcos representaron aquellos acontecimientos en clave de ópera bufa. Fue utilizado por primera vez y fue muy festejado por el público.
Constelación de la viña
El coro de labriegos contó la llegada de la primera cepa, portada por una danza espiralada y ascendente, expandiéndose en zarcillos, hojas y racimos. Con la zamba, apareció el Tomero portando su farol, dando paso a las estrellas que iluminaron la viña hasta mezclarse con el cosmos. También, danzaron una cueca y un gato, haciendo alusión a las acequias y los frutos de la tierra, protegidas por los “Guardianes del Cosmos”.
Asimismo, la Virgen de la Carrodilla estuvo presente con la maravillosa voz de Patricia Cangemi, para presidir la procesión de seres alados y labriegos, que danzaron en su honor, rodeados de constelaciones y luces amarillas despertando en el público presente la emoción y devoción con sus pañuelos agitándose.
La llegada de los inmigrantes
Al ritmo de música italiana y española, se montó la estructura de un colorido conventillo. Todo es fiesta en el patio de la Mendoza de principios del siglo XX, donde se mezcla la cultura de cada colectividad. Italia, España, Francia, presentes en nuestro Crisol de Razas. Luego, el conventillo se convirtió en bodega, bailarines y bailarinas y el coro de inmigrantes festejó la cosecha y el trabajo de todo un año.
De esta manera, la uva y el vino tiñeron todo de rojo, cubriendo todos los escenarios hasta la fuente, con bailarines y bailarinas que danzaron el Bolero de Ravel mostrando a las bodegas y sus sonidos industriales.
Con grandes títeres, manipulados por actores, el ñandú, la llama, el yacaré, el chivo, la gallina y el gallo se encontraron en un patio criollo para alabar el vino mendocino. Entre cogollos, brindis, punteos de guitarras y sonidos del campo que lo envuelven todo se celebró la alegría de la fiesta fraternal de los argentinos.
Constelación libertadora
La gesta libertadora, con el general San Martín y sus Sesenta Granaderos, presentaron los ideales libertarios de nuestro país, que fue festejada por la gente respondiendo a los “Viva” del general y ovacionando el Malambo de la Patria. Con banderas, anunciaron la unidad de la Patria Grande, el pueblo latinoamericano con los ritmos de América, con los sikus que invadieron el escenario del teatro griego.
A continuación, con una noche estrellada y el sonido de violines y bandoneones, ejecutó un tango, emblema de la música popular argentina, nada más y nada menos que Adiós Nonino, del gran Ástor Piazzolla.
Con el cielo estrellado, el cosmos se manifestó en todo su esplendor. Agitadas banderas anunciaron el malambo final con todos los artistas en escena contemplando la constelación en el cielo, en una constelación caben todas las estrellas, la Constelación del Vino.